A todos nos ha pasado: después de un día largo, lo único que queremos es cenar algo rico y muchas veces optamos por alimentos grasosos. Sin embargo, comer demasiada grasa en la noche no solo afecta tu digestión, también puede impactar tu sueño, tu energía y hasta tu salud a largo plazo. Aquí te explicamos qué dice la ciencia y cómo equilibrar tus cenas para sentirte mejor.
¿Qué ocurre en tu cuerpo cuando cenas con exceso de grasa?
Las grasas tardan más tiempo en procesarse que los carbohidratos o las proteínas. Cuando consumes alimentos grasosos en la noche, tu estómago sigue trabajando mientras intentas dormir, lo que puede causar pesadez, reflujo o indigestión.
Además, estudios han demostrado que las cenas altas en grasa están relacionadas con menor calidad de sueño. Esto ocurre porque el cuerpo se mantiene ocupado en la digestión, lo que puede interrumpir el descanso profundo y hacerte sentir cansado al día siguiente. Si este hábito se repite con frecuencia, puede favorecer el aumento de peso y la resistencia a la insulina, ya que el cuerpo tiende a almacenar más grasa por la noche debido a que la actividad física es mínima.
¿Cuál es la cena ideal?
La clave está en reemplazar lo grasoso por opciones ligeras, nutritivas y fáciles de digerir:
- Ensaladas con proteína magra: pollo a la plancha, atún o huevo duro.
- Tostadas de aguacate con jitomate y un toque de limón.
- Sopa de verduras o crema ligera sin exceso de lácteos.
- Wrap de vegetales con tortilla integral y hummus.
Pro-tip Cocina Fácil: acompaña tus cenas con una infusión relajante (como manzanilla o té de hierbabuena) para favorecer la digestión y conciliar el sueño.
Comer grasa en exceso durante la noche puede provocar digestión lenta, mal descanso y, a largo plazo, efectos negativos en tu metabolismo. No se trata de satanizar estos alimentos, sino de elegir mejor el momento del día para disfrutarlos. Si quieres cenar rico sin sacrificar tu descanso, apuesta por platillos ligeros, fáciles de digerir y balanceados.